jueves, 28 de mayo de 2009

20 - De abortos, embarazos y otras cosas de mujeres

Nada, ningún método, es 100% confiable ni eficaz.
Por eso apoyo, de manera simultánea, la utilización del preservativo y de otro control de natalidad (hormonas, dispositivos, lo que sea).

Ante nada, todo lo que expreso en mis escritos es temporal. Por otro lado, soy mala escritora: tengo cuatro meses sin escribir, lo que corrobora, una vez más, la necesidad de una musa. El que necesita musa, no es escritor; es remedo de escritor.
Un día se me dio por hablar en voz alta acerca de dos cosas que a muchas no les gusta escuchar: mi animadversión (sí, enemistad) hacia ser mamá y el aborto.
No soy feminista porque no he leído ni la décima parte de las autoras de este movimiento y para autodenominarse así, al menos hay que tener el respeto de haberlas leído. Pero hay una cosa que ellas dicen que me ha marcado para siempre: la mujer es dueña de su cuerpo y, por ende, tiene derecho a decidir sobre él.
Hay muchas razones para abortar, pero creo que la más profunda es la de no querer ser mamá. Simplemente, hay mujeres que no tienen ese instinto maternal, que no gozan con los niños, que no tienen un deseo incontrolable de criar a un ser humano.
Claro está, y antes de que me insulten como ya lo han hecho muchas veces, no estoy diciendo que las mujeres deben tirar sin cuidarse y resolver todo interrumpiendo el embarazo. No. Así no son las cosas. Jamás diré que el aborto es un método de planificación.
Lo que sí quiero decir es que hay muchas mujeres con planes, metas, proyectos, que podrían ser tronchados por un bebé no deseado, resultado de un condón inservible, de un dispositivo o medicamento que no funcionó. Nada, ningún método, es 100% confiable ni eficaz. Por eso apoyo, de manera simultánea, la utilización del preservativo y de otro control de natalidad (hormonas, dispositivos, lo que sea).
No quiero entrar a discutir esas afirmaciones de algunos que “es asesinar a un ser humano”, “el niño no tiene la culpa”, “es una vida”. Respeto esas opiniones, pero no las comparto. Es la mujer que no quiere ser mamá la que debe estar embarazada 9 meses; es a ella a quien le cambiará la vida por completo: mientras son bebés, se acabó el dormir plácidamente, por lo menos por unos tres años; se acabó salir por las noches cuando uno quiera. Cuando crecen, la paridera por dónde están, con quiénes están, qué están haciendo y qué están metiendo. No, de verdad que no quiero eso.

Es una posición egoísta, lo sé.

Pero a mí, ser mamá, no me hará una mejor persona.

Y sé que no soy la única. Haciendo investigación me encontré con frases como “me vale huevo tener un hijo dentro de mí; yo adoptaría sin ningún problema. No quiero someterme a la tiranía del tiempo y pensar que si a los 40 años no tuve un hijo, me jodí. Pues, si me dan ganas de ser mamá a los 45, adopto y listo”. Esto me lo dijo una de las mujeres más maravillosas que he conocido y les aseguro que sus palabras son dichas con amor. Además, nada más altruista que adoptar.
Otra me dijo: “no tengo ese instinto. Tenía 15 años cuando nació mi hermano menor y sólo lo cogía para jugar con él y hacerlo reír. Apenas se cagaba o lloraba, se lo pasaba a mi hermana… ¡que tenía 9 años! Ella no sólo le cambiaba el pañal y lo mecía, sino que le hacía el tetero y lo bañaba. Para mí, mi hermanito era mi juguete con vida”.
En el otro extremo están aquellas a las que hizo referencia Andrés López en su “pelota de letras”: esas a las que cuando tenían 8 años les preguntaban “qué quieres ser cuando grande”, respondían sin pensarlo “quiero ser mamá”.
Una de esas me dijo: “Es la continuidad de la vida. Es la única manera de amar a alguien de forma incondicional, sin importar si es drogadicto, puta, ladrón. Me daría la oportunidad de enseñar, de cultivar a un ser humano. Sé que sería una buena madre”. Y yo le dije que, sin duda, lo sería.
En la mitad están otras clases de mujeres, como una de 23 años que quedó embarazada de su novio de universidad y se sentía morir… no por lo que dijeran sus papás, ni por plata, ni nada, sólo porque no lo esperaba ni lo estaba buscando. Ella, luego de esos meses de sentirse perdida y asustada, tuvo su bebé y está feliz. Cuatro años después me cuenta: “Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Cuando ves a tu bebé por primera vez dejas de llorar de dolor, se te olvida lo que es el parto y sigues llorando, pero de alegría, de saber que algo tan hermoso salió de ti. Claro que muchos planes se aplazaron, se cancelaron, pero no hay nada que remplace lo que siento al ser mamá”.
Están unas más arriesgadas, almas libres que quieren ser mamás después de los 35 y serlo sin estar casadas. Una de ellas, una mujer hermosa en todo sentido, me dijo convencida: “quiero ser mamá soltera. Hoy afirmo que no quiero un marido por decepciones amorosas y estoy convencida que mi relación con mi hijo o mi hija sería espectacular: sería su cómplice, lo llevaría para todos lados. Pero ahora, a mis 29 años, no quiero quedar embarazada porque, de hecho, me acaba de salir un trabajo que, entre otras cosas, tenía como requisito no ser mamá”
Hay otra clase de mamás, otra clase de mujeres, pero esta entrada no tendría final si sigo contando historias como estas.
Sin embargo, sólo puedo terminar diciendo lo siguiente: uno de los gestos más hermosos que se puede ver, es la cara de una mujer cuando le entregan a su bebé recién nacido, todavía untado de líquidos desagradables.
No sé si alguna vez tenga ese gesto en mi cara.