jueves, 28 de octubre de 2010

Denuncia: más malos ratos...

Amedrantan, te piden todo, especialmente la tarjeta débito para sacarte la plata. "Bueno, relajados, yo solo estoy haciendo mi trabajo",
dijo con cinismo el tipo con la pistola; luego gritaba "mírenme cuando les hablo",
como si estuviera plenamente seguro de que nunca lo van a atrapar.
Foto por: sjhartsfield en Flickr.


Ayer mi hermana fue, a eso de las 11 y 30 de la noche, a la Comercial Papelera del Chicó con el novio; al salir, se dirigieron a la carrera 15 a buscar taxi y uno se acercó a la acera. Ellos pensaron que iban a dejar a algún pasajero, pero no, estaba vacío. Confiados, se montaron al taxi, para luego darse cuenta de cosas no comunes: los vidrios estaban empañados, las ventanas de atrás no bajaban, la silla del copiloto estaba inclinada hacia adelante y el taxista, que estaba en pantaloneta, jugaba con el equipo cambiando las canciones del CD que escuchaba.

El conductor se dirigió hacia la carrera 30 y el novio de mi hermana le preguntó que por dónde iba a coger, él le respondió que "por acá es lo mismo que por la carrera séptima". Siguió cambiando de canciones, lo que era una señal para un tipo, que estaba escondido acurrucado en el asiento del copiloto, donde se ponen los pies, tapado con una chaqueta. El segundo tipo salió con de su escondite con una pistola, al escuchar la canción que previamente habían acordado como señal para tal acción, cuando ya el taxi estaba bien perdido en la ciudad.

Amedrantan, te piden todo, especialmente la tarjeta débito para sacarte la plata. Paseo millonario. "Bueno, relajados, yo solo estoy haciendo mi trabajo", dijo con cinismo el tipo con la pistola; luego gritaba "mírenme cuando les hablo", como si estuviera plenamente seguro de que nunca lo van a atrapar.

Se le llevaron millón 200 mil al novio de mi hermanita. Luego los dejaron en una de las paralelas de la carrera 30, bien metidos en una calle llena de basura, diciéndoles que como miraran la placa, les dispararían. Mientras se bajaban, abrieron el baúl para no dejar ver la placa.

No cojan taxi en la calle, llámenlos siempre. Si les ha pasado algo así, díganme, porque el novio de mi hermana va a demandar; Bancolombia lo va a apoyar y está consiguiendo los videos del cajero. Sin duda alguna, están organizados, pues el taxi está completamente acondicionado para que la persona no pueda escapar ni pedir ayuda. El tipo escondido le decía exactamente al conductor por dónde coger mientras manejaba a toda velocidad por una oscura Bogotá. Abren el baúl y amenazan muy bien.

Las cosas siempre pueden ser peor, no los golpearon, no acosaron sexualmente a mi hermanita... tantas historias que he escuchado.

Sé que nadie llama los taxis cuando salen de rumbear, cuando salen de los centros comerciales y todos los taxis están ahí en fila esperando. Sé que da mamera esperar y que duelen los casi dos mil pesos que se pagan de recargo... pero todo eso es mejor a un mal rato.

Yo no lo viví y tengo miedo... sean precavidos. Uno no debe estar con temor al montarse a un taxi, estar pediente de la placa ni mandársela a nadie. Pero la realidad de nuestro país y, en especial, de la capital, es esa: hay que estar siempre a la defensiva.

Estos desgraciados están haciendo su diciembre con nosotros que sí trabajamos... denuncien siempre.

miércoles, 27 de octubre de 2010

De ferias y malos ratos…

Hoy quiero hablar de dos cosas… por un lado, de las ferias. Hoy entendí que solo debo asistir a ferias de diseño o de moda, y no a ferias de emprendedores, empresarios jóvenes, ni nada parecido. Mucho menos a la primera versión de alguna de ellas.


Estar donde hay artesanías no es conveniente. La gente colombiana que compra artesanías no valora lo artesanal, solo va buscando lo barato. Acabo de desistir de una feria donde había microempresarios que vendía desde antibacteriales, pasando por peluches, muñecos de navidad, ozonizadores y purificadores de agua, hasta sacos tejidos y chaquetas acolchadas. Esta última estaba al lado mío y las vendía hasta en 35 mil pesos. Claro, ¿cómo no van a ver las prendas de mi marca costosas cuando lo más económico que tengo es de 100 mil pesos y es una capa liviana y sin forrar? Eso daña el mercado y mal acostumbra a los consumidores. ¿Qué le ganan a esa chaqueta? ¿Cinco mil pesos?

Además, hay que ver las fechas. Los organizadores deberían tener eso en cuenta. Ante nada, no se debe asistir a ferias a finales de quincena y, mucho menos, si el fin de semana siguiente es largo (lunes festivo) o comercial (halloween). La gente no tiene plata del 10 al 14; ni del 25 al 29… y en esta ocasión particular, si tienen, es para la rumba de disfraces.

Hoy estaba desmontando cuando una mujer que había pasado ayer, regresó con su amiga. Me preguntó si estaba armando o si ya me iba, pues quería ver unas flores para el pelo. Le respondí que ya me iba; pero como vendedora y en beneficio del servicio al cliente, le dije que, si quería, le mostraba las flores porque las tenía a la mano. Las saqué, le dije que costaba $8.000 y me regateó… como siempre. Pues no le bajé el precio porque ese valor es justo, de verdad. Y se fueron. Al seguir empacando los jóvenes del stand vecino me contaron que la tipa interesada en las flores, cuando me di la vuelta para buscárselas, cuchicheó con la amiga “uy, está desesperada por vender”. ¿Ah? ¿!ué tal? ¿Se cree de mejor familia por el comentario? Me da risa, porque yo tengo un negocio y soy independiente, mientras ella sigue de empleada. Yo soy amable y la atiendo, y ella es una amargada. Ella regatea y yo le digo que no, y se queda sin comprar una flor que no conseguirá en otro lado, porque las hace mi mamá en Cartagena con telas que le han quedado de colecciones anteriores. Solo concluyo: pendeja.

El segundo tema del que quiero hablar es el paseo en los buses. Al regresar me monto al bus con la escarapela y cuando dos personas se bajan, aprovecha el habitante de la calle y se monta. Me da miedo. Me saluda: “Laura (con nombre y todo, por la escarapela), qué pena, pero me va a tocar pedirte una moneda”. La voz y el tono eran intimidantes/cordiales… y eso me da más miedo. Le dije “mira, mejor, te doy este almuerzo”, mientras le pasaba la bandeja de comida que el SENA nos dio por participar en la feria que les mencioné anteriormente. Feliz, se sentó y empezó a comer. El conductor del bus lo bajó a insultos. Y no me robaron.

Eso es todo por hoy.